Esta semana, el juez decidió que los señalados en una investigación por explotación sexual queden en libertad mientras el caso “avanza”. Sí, leíste bien: libres, sueltos, como el viento que nos vuela el flequillo en la ruta 3.
La investigación arrancó por denuncias de explotación sexual en la zona céntrica de Comodoro. La fiscalía juntó pruebas, testigos y hasta chats que pintaban un cuadro más oscuro que el petróleo crudo. Pero el juez, en una jugada que dejó a todos con la boca abierta como en un capítulo de Black Mirror, decidió que no había “peligro de fuga” ni “riesgo procesal”. ¿Resultado? Los acusados, tranqui, en sus casas, mientras la ciudad se pregunta si la Justicia está en modo “siesta eterna”.
¿Por qué dejar libres a los acusados? La explicación oficial es que “no hay pruebas suficientes para prisión preventiva”. Pero, pará, ¿y los testimonios? ¿Y los allanamientos? La fiscalía insiste en que el caso está sólido. En definitiva, solo un hombre quedó con prisión preventiva efectiva y los otros imputados con prisión domiciliaria. Además, otro sigue prófugo.
El caso no es solo un tema de Comodoro. En Trelew y Puerto Madryn también se habla de redes de trata que operan en la Patagonia, aprovechando la vulnerabilidad de muchas personas. Esquel no se queda atrás: en los últimos años, la región ha sido señalada por ONGs como un punto caliente para este delito.
Un informe del ministerio de Justicia señala que Chubut está entre las provincias con más denuncias por trata de personas. La mayoría de las víctimas son mujeres jóvenes, muchas traídas de otras provincias con promesas de trabajo que terminan en pesadillas. En Comodoro, el puerto y la actividad petrolera son un imán para estas redes, que operan con una impunidad que da escalofríos.