Mientras la mayoría dormía, sobre la Ruta Nacional 3, en el ingreso norte a Caleta Olivia, otro choque terminó en tragedia. Un auto quedó destrozado y una persona murió atrapada adentro. No hubo milagro esta vez: los bomberos tuvieron que trabajar durante horas para poder sacar el cuerpo con cizalla y expansor, porque el vehículo estaba deformado por completo.
La intervención la hizo la División Cuartel 5 de Bomberos de Caleta Olivia, junto al personal forense y Accidentología. También participaron Bomberos Voluntarios y personal médico que llegó rápido, pero ya no había nada que hacer.
Hasta ahora no se difundió el nombre de la víctima, pero sí se sabe que viajaba sola y que el impacto fue tan violento que no hubo posibilidad de rescate en vida.
Lo que pasó anoche no sorprende a nadie que haya manejado por la Ruta 3. Pozos, banquinas rotas, camiones sin control, falta de señalización y tramos sin mantenimiento hacen que cualquier distracción, reventón o maniobra termine en desastre.
Se habla de rutas seguras cuando hay campaña, pero en la práctica:
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No hay iluminación.
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No hay patrullaje constante.
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No hay controles reales de velocidad.
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No hay inversión sostenida.
Y mientras tanto, las víctimas se siguen contando por año, no por accidente.
Desde Bomberos comunicaron con respeto lo sucedido y pidieron acompañamiento a los seres queridos. Pero del lado del Estado —Vialidad, Nación, Provincia— cero presencia, cero explicación, cero autocrítica.
La Ruta 3 se convirtió en un cementerio lineal que atraviesa toda la Patagonia, y cada vez que alguien muere, la historia se repite: posteos, bronca y silencio hasta el próximo choque.
Porque la pregunta ya no es si pasa, sino cuándo y dónde será el próximo.
Comentá lo que pensás, si viajás por la ruta seguido o si ya tuviste un susto ahí. No hay que normalizar lo que se puede evitar.