La historia de Lucía Luzbenia Morales, la abuela de 75 años que fue rescatada en estado de abandono en el barrio 30 de Octubre, tuvo un final trágico. Después de días peleando por su vida en el Hospital Regional, la señora falleció. La peor parte de esta historia, que parece salida de un guion de película de terror, es que nadie de su familia se presentó para verla o reclamar su cuerpo. Un silencio que grita más que cualquier noticia viral.
El rescate de la señora, que fue alertado por vecinos que se preocuparon por su ausencia, dejó a todos con un nudo en la garganta. La encontraron sola, en un estado de salud deplorable después de sufrir un ACV, en un departamento que se había convertido en su propia cárcel. La noticia se esparció como pólvora en las redes sociales de Comodoro y todos se preguntaron lo mismo: ¿dónde está su familia?
Viviana Traversa, la titular de la Dirección de Adultos Mayores, ya había tirado la primera piedra al decir públicamente que no tenían datos de la señora y que necesitaban ayuda de la comunidad. Hoy, con el fallecimiento de Lucía, su llamado a la solidaridad y a la conciencia se vuelve más fuerte y más urgente que nunca.
El caso de la abuela de las 1008 expone una dura realidad: la fragilidad de los lazos familiares y la falta de empatía en la sociedad actual. Mientras que algunos se preocupan por la viralidad de un meme o por el último chisme de un influencer, hay abuelos que mueren en soledad, sin que nadie los recuerde.